Había una vez, en una pequeña ciudad de Argentina, un grupo de amigos muy diferentes entre sí. Estaban los nerds, quienes pasaban la mayor parte del tiempo leyendo y estudiando, los que no eran sociables y preferían estar solos, y por supuesto, había mujeres hermosas que a menudo llamaban la atención de todos.
Sin embargo, había algo que los unía: el amor por el mate. Cada tarde, se reunían en el parque principal de la ciudad para compartir un mate y charlar sobre sus vidas.
Un día, mientras estaban sentados en el banco disfrutando de su mate, apareció una mujer hermosa que caminaba con un par de gatitos en brazos. Al verla, los chicos se quedaron sin palabras, mientras los gatitos curiosos olisqueaban el mate que estaba en la mano de uno de ellos.
La mujer se acercó al grupo y les preguntó si podía sentarse con ellos y compartir un mate. Los chicos, un poco intimidados por su belleza, aceptaron de buena gana. Para su sorpresa, la mujer resultó ser una amante del mate y compartieron una charla animada y agradable sobre su amor por la bebida.
Después de esa tarde, la mujer se convirtió en una asidua en las reuniones del grupo y poco a poco, los chicos empezaron a socializar más y a hacer amigos nuevos. Incluso aquellos que no eran sociables se abrieron un poco más gracias a la mujer y a sus adorables gatitos, que siempre parecían encontrar la manera de meterse en la conversación.
Con el tiempo, la mujer se convirtió en una gran amiga del grupo y cada tarde compartían un mate juntos en el parque. Los chicos aprendieron que a veces, un simple amor por algo, como el mate, puede ser la chispa que enciende una amistad duradera.
Después de varias tardes compartiendo mates juntos, los chicos notaron que algo extraño estaba sucediendo: cada vez que la mujer tomaba la bombilla, parecía disfrutar del mate más que ellos. Poco a poco, se dieron cuenta de que ella había estado tomando la bombilla de todos, incluso la de aquellos que normalmente no compartían su mate con nadie.
Al principio, los chicos se sintieron un poco incómodos con la situación, pero pronto descubrieron que no les importaba tanto. Después de todo, era agradable ver a alguien disfrutar tanto del mate y la mujer parecía tan feliz al hacerlo. Además, ella siempre traía su propio termo y su propia yerba, así que no había problemas de higiene.
Con el tiempo, la mujer se convirtió en la experta en preparar el mate y cada tarde se encargaba de llenar la calabaza con la cantidad justa de yerba y de agua caliente. Los chicos disfrutaban de su presencia y la de sus gatitos, quienes siempre se acurrucaban en sus piernas mientras compartían el mate.
Aunque la mujer tomaba la bombilla de todos, los chicos encontraron en ella una nueva amistad y una conexión a través del amor por el mate. Aprendieron que compartir algo que les gustaba con los demás, aunque fuera algo tan simple como una bebida, podía crear vínculos y amistades duraderas. Así que, cada tarde, se reunían en el parque, con la mujer hermosa y sus gatitos, para compartir un mate y disfrutar de la amistad que habían formado.